Estructura, estructura y estructura.

En La Guerra de las Galaxias, Luke, un joven granjero, recibe una llamada inesperada para rescatar a una princesa. Al principio se resiste, pero cuando queman la granja (con sus tíos dentro) cambia de opinión. En compañía de Ben Kenobi, Han Solo, Chewie y dos androides, se enfrenta al Imperio. En el camino crece como persona. Y, al final, vence en la Estrella de la Muerte.

En El Señor de los Anillos, Frodo, un joven hobbit, recibe el encargo inesperado de destruir el Anillo Único. Al principio se resiste, pero ante la amenaza de que Sauron arrasará La Comarca cambia de opinión. En compañía de Gandalf, Sam y el resto de la Comunidad del Anillo, se enfrenta al Señor Oscuro. En el camino crece interiormente. Y, al final, vence en el Monte del Destino.

En Braveheart, William Wallace, un joven escocés, recibe presiones para enfrentarse al invasor inglés. Al principio se resiste, pero cuando asesinan a su mujer cambia de opinión. En compañía de sus fieles emprende una guerra de guerrillas contra Eduardo I. En el camino crece como líder. Es traicionado y ejecutado, pero su espíritu triunfa en la batalla final, donde Robert the Bruce pide a los ejércitos que le sigan a él como antes siguieron a Wallace.

La Guerra de las Galaxias, El Señor de los Anillos, Braveheart y hasta La Odisea de Homero, son esencialmente la misma historia. O para ser exactos, son la misma estructura. Campbell, en El Héroe de las mil caras – inspirado por la mitología clásica- la denominó El viaje del Héroe, una narrativa en 17 etapas, que posteriormente Vogler redujo a 12. Se puede encontrar en innumerables narraciones, y no solo épicas: en su libro, Myth and the Movies, Voytilla analiza cientos de guiones y no tiene problema en relacionar estructuralmente Tiburón, Annie Hall, o Chinatown.

El viaje del Héroe es solo una de las muchas estructuras posibles para contar una historia. En su Poética Aristóteles acuñó la primera, en tres actos (principio, medio y final); posteriormente, Syd Field la moderniza en su teoría del guión (planteamiento, nudo y desenlace), añadiendo puntos de giro intermedios; Gulino la afina con su aproximación en ocho secuencias; Snyder divide la acción en 15 beats o golpes dramáticos; Harmon lo reordena todo en un círculo de ocho fases; Booking sostiene que todas las historias se pueden enmarcar en siete tramas maestras; y Emma Coats, de Pixar (22 rules of Storytelling), lo resume todo en una sencilla espina narrativa: Érase una vez__Cada día__ Pero un día__ Debido a eso__ Debido a eso__ …/… Hasta que al final__.

Las narrativas, sean teatro, cine, series, spots, cuñas, campañas digitales, estrategias – o incluso este artículo-, responden a estructuras. Cada medio tiene las suyas. Algunas son canónicas y otras intuitivas, pero siempre ordenan y aceleran el pensamiento. La estructura es la parte mínimamente científica de cualquier historia. Puedes comprenderlo antes de empezar a pensar, o puedes perder mucho tiempo y eficacia arrancando cada vez desde cero.

Hace un tiempo hice un curso en la New York Film Academy que se llamaba precisamente así: Screenplay, Story & Structure. A un compañero de clase italiano le estallaba la cabeza por el rigor que había que poner, y se quejaba de que coartaba su creatividad. La instructora, que era lectora de guiones profesional, le argumentaba lo contrario: las estructuras funcionan, y proporcionan puntos de agarre para que el creador se dedique a lo verdaderamente importante: su historia. Un tiempo después, un amigo creativo me vino escandalizado porque había descubierto que en Hollywood todas las películas se escribían con una plantilla. Me enseñó la hoja de 15 beats de Snyder, y concluyó que definitivamente la creatividad se iba a la mierda.
Sonreí. Da igual que la estructura sea 15 beats, El viaje del Héroe o la sencilla espina de Pixar. Lo complicado es rellenar los huecos entre medias para que, de esa misma hojita, emerjan El silencio de los corderos, La Reina de África o Coco. Esa es la verdadera Creatividad. Esa es la verdadera Magia.

Artículo escrito originalmente para la columna de Carlos Sanz de Andino en la Revista Anuncios.