Año uno
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- Escrito por Carlos Sanz de Andino
Arthur C. Clarke —el autor de 2001 Odisea en el Espacio— postuló tres leyes sobre el avance de la tecnología en relación a los humanos. Su tercera ley, la más famosa, afirma que “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Después imaginó a HAL 9000, acrónimo de heuristically programmed algorithmic computer (computador algorítmico programado heurísticamente: es decir, programado para crear). Era 1968, y era ciencia ficción. Hoy es 2023, y ya es solo ciencia. Y, efectivamente, es casi indistinguible de la magia. Es cierto que, de vientre para dentro, la IA generativa viene gestándose desde hace décadas, pero para la mayoría su alumbramiento social ha sido en 2023.
Año Uno. Hemos abierto la puerta y, por sorpresa, ahí estaba mirándonos un bebé muy mono, aunque un tanto inquietante. Y ya no hemos podido apartar los ojos de él, porque nos atrae, y “por si acaso”, y es que la IA nos ilusiona y nos asusta a partes iguales. El bebé mágico traía bajo el brazo a OpenAI, DeepMind, ChatGPT, Altman, Hassabis, Midjourney, HeyGen, Dall-E, Canva, Stable Diffusion, GitHub Copilot, Phileas ó Gemini, entre otros panes nuestros de cada día. Compañías, gurús, modelos y aplicaciones que de repente son habituales en nuestras vidas y en nuestras preocupaciones.
La encuesta global anual de McKinsey revela que la tercera parte de las organizaciones ya está implementando IA de una u otra forma, y que es un tema prioritario para los consejos de administración. Estamos ante un arma de transformación masiva que cambiará las reglas del juego de las industrias -y de los comportamientos sociales más deprisa de lo que somos capaces de comprender. Y el bebé dobla su tamaño día a día. La segunda ley de Clarke dice que “la única manera de encontrar los límites de lo posible es traspasarlos y adentrarse en lo que creemos imposible”. Y, en este mismo minuto, en muchos grandes y pequeños laboratorios tecnológicos, hay gente muy lista adentrándose ya en esos imposibles.
La IA generativa es, en realidad, tonta. Procesa datos, los convierte en patrones y por aproximación probabilística los transforma en contenido, con un alto porcentaje de acierto, aunque sin criterio. Pero a la vuelta de la esquina está ya la IA general, una super inteligencia artificial capaz de comprender, razonar, adaptarse de manera flexible y creativa a situaciones nuevas, y de igualar o superar al cien por cien de los humanos en cualquier tarea intelectual. Según Hassabis, CEO de Google DeepMind, le queda menos de una década para ser real, y a la velocidad que vamos, quizá menos. Samantha (Her), el T-800, C3PO, el replicante Roy Batty, Wall-E o HAL 9000 ¿serán tan imposibles dentro de poco? Es difícil predecirlo, pero la primera de las leyes de Clarke sugiere que “cuando un científico sabio afirma que algo es posible, probablemente acierte. Pero, cuando dice que es imposible, lo más probable es que se equivoque”. Abróchense los cinturones… y ¡Feliz Año Dos!