The Paradox of the Red Queen

En su día me sorprendió saber que la obra más citada a lo largo de la Historia en los tratados de economía no había sido escrita por ningún sesudo matemático, ni por ningún economista laureado con un Nobel, sino por un humilde diácono anglicano aficionado a la fotografía y autor ocasional de relatos —supuestamente— infantiles: Alicia en el país de las maravillas y su secuela, Alicia a través del espejo, de Lewis Carroll, tienen ese honor.

Las citas sacadas de los relatos de Alicia han sido aliadas recurrentes, desde hace más de 150 años, para trasladar de manera metafórica y amigable las teorías económicas más áridas y opacas. Debe ser porque la economía, tanto la macro como la micro, comparte con Alicia no solo su cotidianidad, sino un cierto surrealismo onírico; y también porque, en la vida real, todos reconocemos trasuntos del gato de Chesire, el Sombrerero loco o el extinto Pájaro Dodó. De hecho, la obra de Charles L. Dodgson no solo es la más citada en los tratados económicos, sino la tercera más citada en el mundo, solo por detrás de Shakespeare y la Biblia. Pues eso, porque el mundo, como la economía, también está un poco loco.

La Reina Roja —una ficha de ajedrez, no un naipe— aparece en la segunda parte, Alicia a través del espejo, y a menudo es confundida con su más famosa pariente, la Reina de Corazones, del primer libro; pero eso es porque esta tiene una línea de diálogo corta, potente y memorable —las cualidades de un buen eslogan— que la hace inolvidable:
— ¡¡Que le corten la cabeza!!

El caso es que la Reina Roja tiene un pasaje que debería sobrar para hacerla igualmente memorable y eterna: en cierto momento del relato, la Reina, corriendo sin parar, cada vez más deprisa, arrastraba de la mano a una confundida Alicia mientras vociferaba: “¡Más rápido! ¡Más rápido!”. Alicia, aturdida, se preguntaba si las cosas a su alrededor se estaban moviendo a la misma velocidad que ellas. Entonces la Reina, adivinando sus pensamientos, le gritó: “¡Más rápido, no trates de pensar! Finalmente, la reina y Alicia se detuvieron para darse un respiro, y Alicia miró a su alrededor sorprendida:
— ¡Creo que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que estaba! —dijo Alicia.
— ¡Por supuesto! —dijo la Reina—. ¿Cómo iba a estar?
— Bueno, en mi país —dijo Alicia aún jadeando—, si corres tan rápido durante tanto tiempo, sueles llegar a otro sitio…
— ¡Un país bastante lento! —replicó la Reina—.

Aquí, hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar. Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido.
Esto es lo que se conoce como la paradoja de la Reina Roja, y a menudo se ha utilizado como hipótesis evolutiva, argumentando que los organismos y poblaciones de cualquier tipo deben evolucionar constantemente para sobrevivir, mientras compiten con otros iguales en movimiento continuo. Es decir, para cualquier organismo es necesario moverse —¡Más rápido! ¡Más rápido!— no solo para desplazarse, sino simplemente para mantener su statu quo. De una manera mucho más poética, Charles L. Dodgson expresa lo mismo que su coetáneo y tocayo, Charles Darwin.

Correr

A este lado del espejo, la enseñanza de la Reina Roja se refleja directamente en organismos vivos como marcas, empresas, agencias y profesionales. Hoy, nuestro mundo da vueltas vertiginosas y para aguantar junto al mismo árbol hay que correr deprisa, y para lograr la proeza de avanzar hay que moverse el doble de rápido. Como apostillaría Nike, no hay línea de meta, porque si te detienes, la meta te vuelve a adelantar. Cada vez que una marca, de lo que sea, considera que ha ganado una posición y se apoltrona en ella, otra que no se ha detenido la sobrepasa. Cuando una empresa, por grande que sea, empieza a moverse más despacio que el mundo que le rodea, su decadencia se hace irreversible. Lo mismo ocurre con los profesionales, como bien advertía aquella brillante frase de aquel anuncio de Renault Clio: o te mueves o caducas. Y las agencias, a la vez que corremos sudando la gota gorda, escuchamos a la Reina Roja gritarnos: ¡Más rápido, no trates de pensar!, aun sabiendo que debemos pensar, porque ese es nuestro trabajo y lo que tiene que hacernos relevantes: otra paradoja dentro de la paradoja.

Todos hemos visto extinguirse marcas carismáticas, caer empresas poderosas, desaparecer agencias queridas y quedarse atrás a profesionales y compañeros… Por eso, cuando —como responsables de marcas, empresas o agencias— nos asalte la tentación de pensar que hemos llegado a algún lado, debemos aguzar el oído, porque entonces escucharemos en nuestra nuca el susurro incómodo y urgente de la Reina Roja: “¡Corre, Alicia! ¡¡Corre por tu vida!!”.